Una gota de agua, una lágrima

Menchu Gutiérrez

 

A Teresa Tomás le gusta poner nombres a las cosas y por eso titula una de las obras que forman parte de esta exposición "Preámbulo de lluvia".

Nombra un estado de alerta, e imagina un árbol enraizado en el oído, unas ramas que se extienden, ávidas de lluvia y del sonido de la lluvia.

Teresa sabe bien que la poesía no se circunscribe a un solo lenguaje y construye una casa viviente que está dotada de oídos, de boca, de ojos, de fosas nasales, de piel.

Y cuando va a colocar la piel del tejado, que protegerá de la lluvia el interior de la casa -otra forma de decir "y cuando va a nombrar la casa"-, descubre la piel de la gota de agua, y la gota de agua se convierte en casa y en morador de la casa.

Decía un texto alquímico: «Tú eres la casa y el habitante de la casa».

La gota de agua justifica la construcción de este refugio y también se refugia en él. La lluvia está a ambos lados de la piel del tejado.

Casa de la lluvia, la de Teresa, de goteras felices, abiertas para que la lluvia entre y salga; para que golpée en su tambor, con el eco de la tormenta; para que baile sobre el tejado; y también, para que se cuele en su interior y descienda la gran escalera, en formación, como una cadena de pensamientos.

Entre el corro de niños, que canta y baila en la casa -cada niño, una gota de agua- y la misteriosa sensualidad adulta del agua, al borde del gemido.

El agua piensa y la casa de la lluvia es la casa del sueño. T.T. habla del agua y de sus grandes avatares: la lluvia, el mar, la nube. Igual que nosotros hemos vivido en casas sucesivas, la gota de agua ha vivido en la casa de la lluvia, en la casa del mar o en la casa de la nube. Cofres, también, en los que se guardan las joyas del agua.

Las joyas son la dote que se ofrece antes del nuevo matrimonio. Y de todas las casas, la gota de agua guarda un recuerdo, la memoria de ese vestido en el que celebró la metamorfosis, el despertar del agua al recibir un beso de agua.

La casa es el cuerpo en el que se guarda la lluvia que ascendió del mar y que fue nube, dice el lenguaje profundamente poético de T.T.

Hace millones de años, salimos del océano caliente en el que se formó la vida y, como otros muchos, nos llevamos la casa a cuestas. La sangre, el sudor o nuestras lágrimas, son recuerdo duradero de ese océano.

Todo el dolor de la casa, toda la alegría que se expresa en la gota de agua tiene el mismo sabor.

T.T. dota al agua de nuevos vestidos, de nuevos pensamientos, reinventa la piel del agua y la extiende, la pone a secar, un instante, un bellísimo instante eterno. En sus fotogramas poéticos, la piel del agua, curtida por la voluntad del que nombra, sólo el tiempo en el que es nombrada, nos recuerda que la fuente es una sucesión de gotas; transforma una escalera en una nube de madera.

T.T. saca la gota de agua de la pila bautismal y bautiza con ella cada peldaño de la escalera por la que descendemos, al encuentro del sótano. Un sótano que no es otro sino el mar, ese mar caliente del que emerge la estructura de la casa.

«Tú eres la casa y el habitante de la casa», tú eres el mar y habitas el mar que te engendra.

 

FUENTE: CATÁLOGO LA CASA POR EL TEJADO.

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