Camuflaje
Paco de la Torre
Las cabezas juegan a la vaca, construcciones de amigos. La sorpresa ante el descubrimiento de lo esperado. Apoyada, bajo la cara descompuesta, la salomónica cebra habla de la blancura, tantas veces dudada y finalmente pintada. Paralelas, nacidas de la explicación, de la lección que no supimos entender. Ahora cuelgan junto a sus peanas. Encontradas, ensartadas por la materia. El barro de la artesanía, el poliéster de la industria, la madera primitiva. La reproducción como acto vedado, perenne. Las piezas de una partida que tan pronto es de regreso como de adiós. El misterio sin huellas, el resumen completo. El sabor de lo desconocido, con los ingredientes de hasta ayer. Bebamos café danzando, derramando el calor de lo repetido tantas veces. Y las charlas se oyen a lo lejos, discretas, sin esa estridencia amplificada. El individuo, el personaje. La trama, el tema. El volumen se adelgaza, grave, inaudible, hasta la planicie donde el color encuentra su elemento. Nadar, bailar con el canto de una sirena orgullosa de ser anfibio y vivir en una frontera que nunca le permitirán cruzar. Y los mitos muertos. Topografía de una cara. Cartesiana, realizada moldeando el reflejo en su cabeza. Crecen enredándose en la melodía. El giro facilita la entrada.