La otra teresa – à l’oeil un

Alberto Barberá

 

UN RECUERDO

El viajero se detiene ante una chapa de hierro en la que ha quedado adherida una brizna de hierba o tal vez un resto de celofán, una marca imperceptible sobre la superficie tersa del metal algo oscurecido. El viajero queda imantado por la brizna, quizás una hilacha, un desprendimiento de corteza o uña aventada, y -lo más decisivo- con sombra. (La sombra es el nombre del cuerpo.)

Atraído como un niño por la dobladura, el peregrino mira de cerca, examina durante dos minutos o media hora la perdida escena que un transeúnte con menos tiempo no hubiera podido descubrir. Se trata de un trozo de cinta adhesiva transparente de una pulgada, cuyo borde desprendido muestra las marcas irregulares de la sierra sobre la que la cinta fue cortada con leve presión del pulgar. Esa es la máquina que puso en marcha la mirada, el movimiento de aproximación de cuerpo y ojos del peregrino, últimamente más proclive a la observación de rejas, hendiduras, jaulas, arañazos. Una vieja idea regresa a cada paso: la obra se abre en derredor, se muestra con el esplendor de una sonrisa conocida en medio de la bruma. No es sólo la obra de los objetos encontrados, de las materias reciclables en el lujo de un vertedero o de una fábrica, desafectada anfitriona de Vertumno. Manchas de muros que perdieron su revoque insinúan -parlantes- su nueva existencia en el cielo del claroscuro: «Nos creó una mano anónima -el golpe de pala de una grúa poco cuidadosa, el roce accidental de un volquete cargado de escombros, la furia festiva de una banda de indigentes- para saludarte desde el rasgo».

Así, un ángel de subida al cielo dejó olvidada una pluma: desprendida, olvidada, depositada, encajada : sobre el ojo indispensable del pintor.

 

LA INVENCIÓN

Desde hace 14 años, cuando aparecieron en juego de café, y hasta su pasión y muerte en el cuerpo final de un espantajo, el peregrino asiste extasiado a una operación que dejó de ser juego (con el tiempo, peligroso) para dar paso a una cuña incrustada en el mundo. El seísmo fue tan imperceptible como grave en consecuencias: Teresa Tomás ha inventado la muerte.

Lleno de aprensión ante el poliéster negro, el apacible paseo ha concluido de manera brusca. La práctica mágica resurge en el juego de combinaciones. La otra Teresa echó los idolillos al río para acabar con el embrujo. Andaba el actor algo engualichado, sin poder recitar su papel, sufriendo a cada frase la irrupción, en su interior, de imágenes de sacrificio, derramamientos, fluidos vertidos, subversión del mundo claro dibujado en la pantalla. Conjuro, filtro, adivinación, espasmo, éxtasis: avatares de una forma que no puede renunciar a tener cuerpo. Es esa la verdad de la muerte tal como la contempló Juan el Desaforado en el libro del Apocalipsis. At the end of the day, algo de cuerpo tiene que volver. El viajero se desternilla al sentir que no habría necesidad de pacto para:

1) liberar a los cuerpos de su peso y de la política de la peana;

2) soportar -en retorno- la pertinaz y refractaria subsistencia de los cuerpos (de su resto).

Es una escena perfecta de margaritez contemporánea. Baile de los vampiros, El dormilón, Retrato de Dorian Grey, Scooby-Doo, where are you? Ay. De nada sirvió el pacto. Pión entra en el juego. Invade lienzos con paso invicto. Invita -ya lejos el invierno y sus cuarteles- a sus secuaces a abandonar las peanas: «Juguemos, aunque sólo sea en el cielo de la pantalla, a que sólo tenemos un cuerpo».

Fiel a su naturaleza ávica, el cuerpo transfigurado en la pantalla toma vuelo: aventura. Fieles a la recomendación del fiador, baten alas, se calan a la fuente de los suspiros, mystes del culto de un ojo sin niña. Espantados acuden los menos vecinos, habituados como están a avistar rapaces. Mas acá sólo impera la domesticidad de la gallinácea, con la elocuente excepción del fiscal de Prosérpina: según la otra Teresa, sus dos topacios bellos no ven objetos, no ven presencias, sólo pueden ver lo que no está.

 

EL ACOTAMIENTO

Manejando un rito, el del café en su juego, Teresa Tomás trajo al mundo siete pájaros. Tenían (y tienen) cuerpo de taza con la excepción del mago (bisabuelo), que oficia de cafetera. La taza tomó vuelo y entró en otro juego – el que Pión descubre y propone a los otros. La propuesta (Pión entra en el juego) da lugar a encuentros entre los pájaros. Las tazas (que tenían una cabeza-cuerpo propia, sólida) atraviesan (transgreden) el orden de los cuerpos para adquirir un cuerpo de pájaro más liviano, liberado del peso, evolucionando en el plano del lienzo. Los hallazgos técnicos de Teresa Tomás en esta operación han dejado huellas inconfundibles en la serie Flor. En cuanto a las presupuestos ideológicos de esa aventura, hay que referirse necesariamente a la serie de los ángeles – los ojos del ángel, la posibilidad real de una kenosis1

 

CONTRASEÑAS

Los prismáticos pisan la sombra del agua, parece santo y seña o cripta de sentido. Es una frase de la otra Teresa. No desmiente el paso, la salida de un medio en otro, hacia otro. Porque a primera vista se diría que la otra Teresa viene explorando desde hace años la entraña de lo visible, la parte de visible que hay en los cuerpos, y es el paso de la visión, más o menos eidética, más o menos platónica, hacia el cuerpo, más o menos funerario, más o menos egipcio, el rasgo distintivo de esa aventura inédita.

¿Trabajo de la muerte? El trabajo es siempre de la muerte. Hacer de la cosa una imagen: sacrificio. Maldición. Peste. Epidemia. A pesar (e incluso contra) su indigestión hegeliana, Maurice Blanchot abrió alguna vía. Hay algo profundamente malsano en la operación de convertir -mediante un artificio óptico- una cosa en imagen.

El punto brillante flotando en el éter lechoso, el “fondo sórdido... sobre el que la imagen continúa afirmando las cosas en su desaparición”.

Hacer de la cosa una imagen: esto es imagearla, y no imaginarla, ya que hay disolución de la cosa y subsistencia de la cosa en su disolución, o por decirlo con las palabras de Luc Richir: “el cuerpo se ha derrumbado en su propia visibilidad”.

Y en el Cuaderno del Observatorio, leemos: “Había entrevisto días atrás, al contemplar el punto (tan pequeño como brillante) de Mercurio bañado en el éter lechoso del crepúsculo, el principio y la razón de ser de la imagen. Esta tarde, diez minutos después de la puesta del sol, había visto a Mercurio por primera vez en varios meses. Como en la última ocasión, pudo observar a Mercurio “à l’oeil nu” – ciertamente es el límite.”

 

CODA

Para quien el trabajo de Teresa Tomás no es una novedad (ni una “propuesta original” ni una “apuesta arriesgada”), no es una sorpresa descubrir (con la emoción de quien profana una cripta) los 21 cuadros (visiones) y el espantapájaros de poliéster negro que coronan una aventura iniciada 14 años atrás en claro desafío a todas las categorías del objeto vendible y sus secuelas : “la rabiante actualidad”, “la intuición de nuestro tiempo”, “una reflexión magistral sobre los desafíos de la técnica visual”, etc. etc..

No: este pedazo de vida no se puede vender; los cuadros sí, el espantapájaros tal vez ya fue comprado antes de que estas líneas llegaran al impresor.

Estamos ante un caso asaz curioso de contaminación entre artistas. A mediados de los ochenta la otra Teresa diseñó un juego de café. Recuerdo como algo divertido la cafetera-búho acompañada de las tazas-pájaro.  Me lo contaba una mujer con medias negras (Teresa) la noche en que el pintor Paco de la Torre se despedía camino de Milán. (También hablaba de su abuela.) La cesura que trajo ese viaje se marcó de presto en el pintor (irrupción de la geometría y del disegno en el sentido más clásico), mientras que en la escultora el deslizamiento de cierta necesidad del dibujo (hacia la pintura) fue más pausado.

Para poder animar a los personajes del juego de café, la escultora pasó por varias hipótesis hasta llegar a la decisión de darse los medios de pensar el problema : ¿cómo soplarle vida a las tazas? Las referencias eruditas y fáciles apuntarían con el dedo a escenas más o menos faústicas en las que el pacto de animación se traduce en invención de la muerte (Golem, cuentos infantiles, Pinocchio, Copelia, etc.). Pues bien, Teresa desarrolla las técnicas de animación (o de transgresión, o el pacto, si se prefiere) en los años de Cabezas, Flor, los ojos del ángel. Dejemos hablar a la escultora: “La sombra de la botella debía ser una mujer pintada.”

La otra Teresa explora, investiga, agota todas las posibilidades del espacio virtual – del éter lechoso.

Rito: Juego – Combinatoria puesta al servicio de la creación, facilitadora de la plasticidad y del surgimiento (como pueden serlo algunas matrices chinas de combiadivinación), no sustituyéndola.

En el inicio: el rito del café y una serialidad de (cabezas) de pájaro.

Pión entra en el juego : inicio de la combinatoria a partir de esculturas de pájaros que vienen de las tazas-cabezas. (Botella/Cuerpo – Taza/Cabeza).

Los pájaros dan lugar a encuentros que se pintan, “entran en el juego” peligroso, ya que en él arriesgarán, hasta perderlo, el cuerpo con el que se colaron en el mundo. A través de  sus visiones, y al tiempo que el cuerpo se desvanece, se pierde, se agota, van mueriéndose en un nuevo cuerpo (siempre-ya) muerto.

“Entran en el juego” quiere decir: dejan la peana, quieren que su sombra se pinte (recordemos una vez más las múltiples sombras de la flor), buscan liberarse del peso y acaban por convertirse en visión/imagen.

La otra Teresa, su trazo – no es coherente, si así fuera estaríamos ante un delirio.

Algo encaja, cada gesto encuentra milagrosamente su lugar, estamos ante un destino, su huella. Muy raras veces un artista lo ofrece en su plenitud creadora.

La extraña familiaridad, el aire de familia del espantapájaros. Sólo un aire.

 

Samborombón, 27 de octubre de 2002

 

1 " [de kenoo,-o = desocupar, dejara vacío, evacuar.] El término kenosis se utiliza no tanto para designar el proceso de vaciamiento o evacuación de un recinto dado, sino el de su contorno", García Sierra, Pelayo, Diccionario filosófico. Manual de materialismo filosófico. Una introducción analítica, sección 89 (http://www.filosofia.org/filomat/df089.htm).

 

FUENTE: CATÁLOGO ESPANTAPÁJAROS.

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